Eran cinco y se hicieron fuertes en la mesa alta del fondo, bajo esa lámpara hecha a base de botellas que tanto gustó a Fernando. “No entenderé el arte moderno”. El sello arquitectónico de la casa lo firma Jean Nouvel. Ojo Fernando. Era viernes tarde y les habían hablado del piso inferior de la fábrica Moritz, donde la cervecera catalana –que ha cumplido los 160 años- juega en campo contrario con una propuesta de vinos. Hacía tiempo que no se veían. Lo habían dado todo en el Poblenou de los años 90 pero la edad no perdona y las obligaciones les habían separado. Ahora se veían cada tanto, cambiando el kalimotxo de entonces por copa de vino o cerveza artesana. Pasan los años…