Barra a dos posturas sin excesivos taburetes, camareros atentos sin uniformes y carta continua para compartir sentado son algunas de las ambiguas credenciales del divertido espacio que Sergi Giménez -sumiller correcaminos con experiencia en Drolma, Àbac o El Colibrí- ha abierto al público recientemente en el corazón tranquilo del Eixample. No se engañen por el nombre, no es ni bar ni restaurante. Se encontrarán preceptos de ambos tipos y se olvidarán también algunas características reconocibles. Porque no todo está inventado y siempre es bienvenido el romper reglas, “El Bar” -así, entre comillas- propone en silencio y sentado. Dejemos que hable.

Dirección: Calabria, 118
Precio medio: 20€ para comida. Tapas, desde 3€. Caña y tapa: 2,10€.
Imprescindible: Cenar sin pretensiones. Descubrir sus Bravas y dejarte ir con las vieiras. Pedir consejo para el vino. Sergi es sumiller convertido. Acertará.
Horario: De 10.00h (quieren a las 08.00h) hasta que salga el último cliente. Puede ser a las 03.00h., para que te pierdas entre licores y cócteles.
Teléfono: 934 26 03 82
Web: El Bar

Según Cultibar

Has bajado los tres escalones que separan al local del nivel calle y ya lo has entendido. No querías formalismos gastronómicos ni etiquetas que requieren demasiada educación, y te habían comentado que aquí se olvidan de ello sin perjuicio cualitativo. Abajo, media docena de mesas esperan entre tonos cálidos, maderas, acolchados negros y decoración periodística de los años ’70 para demostrar el largo camino que separa al bar del restaurante. ¿O era corto? Son las 21.00h, pero podrían ser las 02.00h. de un miércoles cualquiera o el after work tonto de un martes sin Champions. Cocina abierta sin interrupción. Ventajas de indefinidos.

Porque su carta resume esa evolución, así como las comillas del nombre como aclara Giménez. “Somos un bar, pero le hemos dado una vuelta para recuperar con calidad lo que culinariamente en ellos encuentras. Es como degustar lo mejor de un bar en la comodidad de un restaurante”. Ejemplifiquemos. Hablan, en silencio siempre, de entrantes tradicionales como las anchoas o las olivas, presentadas éstas aquí en formato “Súper Gilda”, rellenas de anchoa y piparra gigante a 2€ o en selección, con Bella di Cerignola, Kalamata y Manzanillas a 3€. De tapas clásicas renovadas como las Bravas, aquí con zorza de Orense (3,40€), la tortilla hecha al momento con huevos de gallina silvestre (4,50€) o los mejillones de roca con escabeche casero (5,25€). Y de licencias de hombre viajado por estrellas como el tartar de tomate y caviaroli (7,50€) o las vieiras con praliné de nueces de Macadamia y panceta embuchada (9,40€).

Para a los que las tapas se les quedan pequeñas, “El Bar” dispone también de una selección de platos “de resistencia” como el arroz “Acquerello” mar y montaña con conejo y sepia (9,50€) o el incontestable secreto ibérico con higos y puré de patata rústico (12€), además de una notable selección vinícola con la posibilidad limitada de demanda por copa (de 3,5 a 5€). Una selección de pastas y bocadillos para primera hora y otra de combinados y cócteles para última completan todas las franjas del día, horas cualesquiera en las que comer caliente y elaborado sobre mesa no es sacrilegio. Restaurante de tenedor y cuchillo, y bar de cerveza y tapa. Verdades intermedias para los que no entendemos de horarios ni preceptos.

La experiencia Cultibar

Concepto tan amplio y a la vez tan nuestro. Previa entrada, el nombre del local nos llevaba a pensar en lo peor o en lo mejor. Por un lado, temíamos que no estuviera a la altura de tan sagrado nombre, pero a la vez alabábamos su valentía por arriesgar sin miedo a nada. Sin ni tan siquiera pisar el local, pudimos sentir que el asunto venía light. Light en cuanto a sobrio y cuidado. Sin rastro de palillos en el suelo, servilletas infinitas de papel nada prácticas ni conversaciones de tono elevado.

Optamos por vivir la oportunidad de nadar entre dos aguas sin caer en la falsa seguridad que aporta el definir. Luchas cabeza-corazón aparcadas, todo lo que llegaba gustaba. En el fondo, lo único que queríamos era seguir sin saber donde estábamos.

Todo es mejorable

“El Bar” no es ningún nombre. Lo discutimos con Sergi, y no le convencimos. Dejemos las minucias. La comida es buena y el precio es moderado, pero el navegar entre dos aguas tiene sus problemas. Tienen tele y dicen que se podrá ver el fútbol pero sin audio. Eso es una contradicción en sí misma, de difícil concepción. Quizá sea uno demasiado futbolero. Nos comenta que para dejarte ir tiene un reservado en la planta de arriba también con pantalla. Correcto. Pero somos de interacción fácil, y eso se hace en barra. A veces, los de blanco o negro no vemos los grises. Y éste es un gris sepia a tener en cuenta. Volveremos para ver si hemos aprendido a pintar con escala.

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