En pleno barrio de la Ribera, en la Barcelona más monumental, donde el collage de turistas y barceloneses divertidos se acentúa entre calles estrechas, un palacio del s. XIV de escaleras de piedra, ancianos arcos de punto redondo y lucernarios de otro tiempo ha logrado aglutinar placeres y presentar lo que se ha venido a llamar el primer showcooking multiestilo de Barcelona. No es un espectáculo teatral, aunque el marco lo tiene, es Mercat Princesa, un concepto de restauración moderna donde tú paseas cual mercado para adquirir y degustar posteriormente, y en el mismo espacio, delicatessen diferentes y ya elaboradas en formato tapa y a precio moderado. El placer de elegir. El placer de compartir.
Dirección: Carrer Sabateret, 1-3 / Carrer Flassaders, 21
Precio medio: 15€. Platos y platillos, a partir de 3€.
Imprescindible: Pasear, observar, decidir y acomodarse. Disfrutar de la elección. Quedarse con ganas y cambiar de box.
Horario: Todos los días de 09.00h a 24.00h. De jueves a sábado, se alarga el cierre.
Teléfono: 933 100 182
Web: Mercat Princesa
Según Cultibar
Son 16 el total de boxes o espacios culinarios propuestos. Se estructuran en barras ordenadas y secretas a lo largo de todo el recinto en su periferia con la dinámica propia del food corner para que el curioso tríe y escoja. Yo quiero sushi. Tú vete a por las frituras, que tu hermano se encarga de las ostras y los encurtidos. A por la pasta y los ibéricos iremos todos juntos. Aquí convergen las diferencias, cualquier gusto es bienvenido. Convencidos todos los curiosos, se guardarán en alguna de las seis largas mesas del patio central, de las cuatro más recogidas de un espacio lateral o en estilo informal en los taburetes repartidos por las barras supletorias que completan el recinto. Mercat Princesa propone. Tú marcas el tempo, la hora y el sitio. Tú dispones. La barra de cócteles aguarda paciente.
Justo Almendros, artista transversal y padre de la idea, sabía que debía reinventarse. Tras años regentando el Cafè de la Princesa, en el mismo local, la situación pedía cambio, y habló con esas paredes que retienen la historia para resurgir. “Queríamos algo nuevo, sin ataduras de carta y tipología, en la que tú decidieras qué comer”. Para ello, se puso en contacto con distintos emprendedores culinarios y compartió su idea. “Se apuntaron enseguida”.
“Es una forma diferente de interaccionar con el comensal. Aquí puedo bajar los precios porque no hay servicio. La calidad es la misma”. Habla Ly Leap, el prestigioso chef del restuarante Indochine, que aquí regenta encantado el Mekong, donde abunda el Dim Sum. A su lado, con complicidad, Casa Palet ha aportado al espacio La Planxa, donde las brochetas y las butifarras especiales maridan cualquier bebida y más allá, Gemma Mengual y su Sugoi de Sant Cugat también saludan mediante Japo, con especialidades del país nipón. Otros emprendedores de menos nombre pero igual trabajo completan la oferta con quiches, cocas dulces y saladas, carpaccios, pastas italianas y focaccias, ibéricos y hasta variedades de ostras y marisco. Todos, productos de calidad elaborados al momento, de abanico de precios correcto (a partir de 3€) y a degustar in situ y acompañados por la bebida que quieras en barra amiga.
Es arte gastronómico en marco de cuento, cultura de mercado actualizada. Habrá quien vaya por curiosidad, por Ly Leap, por el palacio y su lucernario o por las excelentes hamburguesas del box número 13. Por la diversidad de propuesta o la diversidad de horario. Nosotros iremos por compartir y departir a partir de una barra. Está en nuestra manera de entender la vida.
La experiencia Cultibar
Con mentalidad abierta, nos vimos dispuestos a iniciar nuestra particular peregrinación. Las paradas, bien definidas en la ruta, nos deleitaban con una oferta gastronómica variada y de calidad. El paseo se hacía agradable gracias a una decoración adecuada, elegante, con matiz histórico. A medida que pasaban los minutos, aprendíamos a disfrutar cada parada como si fuera la última, evitando caer en una ansiedad positiva que sin lugar a dudas podría disminuir nuestra sensación de disfrute. Mercat Princesa puede resumirse en un arreglado pero informal bien combinado que difícilmente podrá recibir una crítica negativa.
No olvidemos la parte educativa. A la gente se la conoce viajando, jugando y especialmente comiendo. Se trata de un examen perfecto para conocer mejor a aquella persona que quizás disimuló demasiado bien en aquel café improvisado. Los apuntes se requisan en la entrada.
Todo es mejorable
Se llenará de turistas. Debe. Más orgullosos nos debe hacer sentir. Aprenderán qué somos y cómo comemos. Cómo integramos y cómo vivimos. A ello también ayudará la exposición de fotoperiodismo que mensualmente irá sembrando de imágenes las paredes medievales del recinto. Comentamos su ubicuidad y su extraña relación con el turismo, el patrimonio o la gastronomía. Su comisaria, la periodista Anna Alòs, respondió: cultura toda. Amén.
Podemos disfrutar de un lugar lleno de historia y a la vez degustar los placeres gastronómicos que ponen a nuestro alcance por un precio razonable.
Un saludo cordial.