Será una noche diferente. Has decidido salir a cenar y a tomar una copa por el Born y quieres algo diferente. Cualquier restaurante del antiguo barrio de la Ribera te va a servir, porque reservas la ilusión para las tapas. Sí, en este orden. Espai Sucre es un restaurante de postres; dicen que el primero de este tipo en el mundo. Aquí, las creaciones dulces ganan terreno en una carta diferente con seis menús degustación para deleitarse y una “barra dulce” corrida para disfrutar en compañía, con los ojos bien abiertos.
Dirección: Princesa, 53
Precio medio: Menús, de 33 a 55€. Pack de tapas, de 9,90 a 21,50€. Petit-fours, 4€.
Imprescindible: Probar y dejarse aconsejar. Los cocineros están a tu lado.
Horario: De martes a jueves, de 21.00 a 23.30h. Viernes y sábado, turnos a las 20.30h y a las 22.30h.
Teléfono: 93 268 16 30. Recomendable reservar.
Web: www.espaisucre.com
Según Cultibar
Espai Sucre es el capricho de Jordi Butrón y Xano Saguer, dos reposteros jóvenes y dinámicos que han hecho de su pasión un arte que sorprende y convence. Abrieron en 2000 en la calle Princesa una escuela-restaurante que pronto se hizo pequeña. Ampliaron la escuela cerca del Palau de la Música, donde programan cursos intensivos y extensivos, siempre reposteros, de toda clase y tipo, y dejaron el local de Princesa como restaurante para presentar sus creaciones al público. Hace poco fue reformado, y el resultado, obra del interiorista Alfons Tort, entra por los ojos, como el contenido.
Es en este espacio diáfano y de agradecida claridad, de escasas veinte mesas que se juntan y separan como un puzzle, donde los creadores presentan menús completos de postres con maridaje recomendado, con licencias saladas para los menos atrevidos, siempre con una rotación continua en carta para que la sorpresa sea continua.
“Intentamos reciclarnos, cambiar texturas, ingredientes, no copiarnos. Nos gusta equivocarnos, probar y encontrar soluciones. Sólo entonces aprendemos”. Lección de cocina, lección de vida.
Arroz de calamar con flan de azafrán y fruta de la pasión; Pastel de aceite virgen extra, melocotón blanco, aceituna verde y San Simón; Sobao con sal, lima y albahaca; Cheesecake de cabra con frambuesas, pimiento rojo y jengibre; Chocolate con vinagre, fresa, menta y pimienta. Delicatessen todas ellas que rompen la frontera entre lo salado y lo dulce, que proponen, y que se ofrecen también en formato tapa en esa barra posterior para superdotados.
Aparece una vez has dejado atrás la cocina vista. ¿Quién ha dicho que los pasteleros son sucios? La denominada barra dulce ocupa el espacio de lo que fue la escuela, un rectángulo perfecto de mesa alta y taburetes de alumno avanzado. Aquí, las creaciones en miniatura vuelan. Con un pedido mínimo de tres (9,90€), los postres habituales dejan su perpetuidad para convertirse en volubles, inestables, frágiles, preciosos. Sólo aptos para esa noche dulce, cuando ya no mandas, cuando te dejas seducir.
La experiencia Cultibar
Cambio de concepto. Mente abierta para una noche en la que lo bueno llegaba al final en forma de postre con áurea de tapa. Para unos enamorados del fenómeno «previa», nos era difícil comprender que debíamos esperar al último suspiro para explotar de júbilo. Nos instalamos en la parte final del local, en esa «barra dulce» donde pasan cosas, y experimentamos, aprendiendo que ir de menos a más es una excelente terapia, especialmente para una cultura como la nuestra, impaciente por defecto.
Fórmula innovadora, punto de inflexión. El orden de los factores no altera el producto. Irse de postres ya es posible.
Todo es mejorable
Cuesta imaginar un menú solo de postres, pero existe. Y no cansa. Existen licencias saladas para los más convencionales pero la idea es probar. ¿Por qué no? Espai Sucre no será tu restaurante habitual, el precio también lo dice, pero tampoco lo busca, y esa canita al aire es casi obligatoria. Olvídate de él, eso sí, si eres fan de reservados. El espacio no es grande, pero sí diáfano, y la intimidad se pierde. ¿Y qué? Lo marca la tendencia. ¿Probamos?