Acertó con la ubicación, trabajó bien producto y servicio, y se ha consolidado por su relación calidad-precio. El Quinto Pino (o 5º Pino), una terraza de libro a un bar pegada, empezó a dinamizar una zona de escaso ocio tapeístico a finales de 2009, y la cambió. El cielo azul del norte de Barcelona volvió a salir a las terrazas, y los oriundos de toda clase descubrieron en su devenir una manera más mundana de entender la restauración. El quinto pino no estaba tan lejos.
Dirección: Paseo Bonanova, 98 (Esquina con Via Augusta)
Precio medio: Comer y cenar, 20€. Desayunos desde 2€. Tapas de 5 a 8€.
Imprescindible: Distraerte bajo los pinos con una hamburguesa de sábado tonto.
Horario: De lunes a viernes, de 08.30h a 02.00h. Sábado y domingo, de 10.00 a 02.00h.
Teléfono: 932 522 281
Web: www.quintopino.es
Según Cultibar
5º Pino hace las veces de café mañanero y vespertino, restaurante de carta entendible y rápida para almuerzo y cena, y local de primera copa para gintonic tranquilo. Todo, desde esa terraza polarizante que ejerce de torre vigía del paseo, donde las horas pasan despacio. Es ella la que marca el “tempo”, que siguen sigilosamente el comedor interior de banco corrido y blanco moderno, y el bar de la entrada, con una barra-mirador para ver y ser visto. Estás en la Bonanova.
El sitio atrae; la oferta retiene. La carta, que cambia mínimamente de productos y precio de día a noche, es un sumatorio correcto de éxitos reconocibles de bar de toda la vida, tratados con mimo y suavizados en cartera. Se basa en minibocadillos para acompañar bebidas y café (1,70€), listados concretos y bien ejecutados de hamburguesas (con brie o salsa de champiñones, 8€) y sandwiches de nombres santos (también por 8€), o platos para disfrutar en familia como el risotto de setas y espárragos (10€); la burrata (6,40€); el rigattoni con berenjenas, tomate y mozzarella (10€); los huevos estrellados con patatas y foie (11,5€), o los tallarines Yakisoba (9€).
La propuesta familiar finaliza con la caída del sol, cuando la barra interior comienza a emitir color. Ahí aparece su carta de vinos (correcta y extensa para ser un bar, con 9 referencias por copa entre 2 y 3€) o sus 26 diferentes tipos de ginebra, el plus de nocturnidad que toda zona bien se permite, las luces tenues y las conversaciones adultas. Ahí aparece el otro Quinto Pino, ahí sigue su terraza. Tan lejos, tan cerca.
La experiencia CultiBar
Aterrizaje espiritual. El llamado «fenómeno pino» nos posee. Acabamos de visionar «The tree of life», largometraje de interpretación abierta basado en la creación del mundo y la evolución del ser humano, y las coincidencias distraen. Recapacitamos. La presencia de un parque infantil literalmente pegado a la terraza nos devuelve a la realidad, brindándole al local una situación privilegiada en la que tienen cabida todas las generaciones. En El Quinto Pino cada rango de edad tiene su momento de gloria, y su público, curtido en lo protocolariamente correcto, sabe perfectamente cuál es.
La fusión del parque infantil con la terraza da rienda suelta a todo tipo de situaciones. Quinto Pino es un padre ilusionado, una abuela rejuvenecida, un tío que le da a escondidas el primer trago de coca-cola a su sobrino, una novia enamorada que ya piensa en los nombres de sus futuros hijos y un universitario concentrado en sus apuntes que ni se había dado cuenta de las insinuaciones vecinas. Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Todo es mejorable
Por la noche la carta cambia mínimamente, pero su precio se incrementa un 20%. Marketing, imagen o realidad, sorprende y acatas de misma manera. Cosas de zona alta.
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