Entras y te encuentras. No tomarás el mejor gintonic de Barcelona -ni creo que te lo sirvan siquiera-, ni será el rincón idóneo para una cita amorosa. Tampoco lo pretende. Bodega Floren se define con nombre y apellido. Es un bar-bodega típico con la personalidad demandada, la que impone su propietario, Florencio Ibarra; un bar-bodega que entra por la vista y convence al estómago. Ejerce de vinoteca visual tras cruzar el umbral, con grandes toneles de vino presidiendo una barra surtida con los mejor de la tapería española y una decena de mesas simples desperdigadas por un único espacio central sin detalle alguno a la modernidad. La huye. Está en sus principios de bar tradicional y los sigue a rajatabla.
Según CultiBar
Ibarra, un aragonés de cincuentaytantos curtido en la cultura de bar por décadas -Floren para los no pocos amigos-, sirve lo que pedirías y cobra lo que crees que pagarías. Simple y llano. Su local prescinde de carta escrita, y hasta ha denegado la oferta municipal para instalar una terraza en la coqueta plaza donde se encuentra. “No quiero más trabajo. Con las mesas y taburetes de dentro tengo suficiente”, explica Ibarra. Un rara avis en la hostelería actual.
Y eso que de situación va sobrado. Se encuentra en una esquina privilegiada de la plaza Iberia, un remanso de paz situado a las espaldas de las Cotxeres de Sants, una plaza totalmente peatonal donde respirar sin ruidos de ciudad la esencia de ese gran pueblo que en su día fue Sants. Allí preside Floren & family. “No quiero contratar a personal. Estoy bien con mi familia”, comenta. Con su mujer y su hijo en el negocio, el patriarca manda y ordena tras la barra.
Chocos, bravas, bocadillos de toda clase y tapas más cultivadas. “Los materiales los he comprado siempre a proveedores pequeños y de confianza”, comenta. Así, asoman anchoas de Santoña, jamón de Guijuelo, cecina del Bierzo, morcilla de Burgos o longaniza de Graus, “un producto aragonés exquisito”. Se piden normalmente para compartir y por consejo del camarero, ya que no existe papel alguno donde se relaten. Sólo con el menú que sirven a mediodía hacen la excepción. “La gente ya sabe qué puede encontrar, y, si no, se lo canto yo rápido”. Sin alardes, tapeo básico 100% cañí.
Y, para acompañarlo, tampoco nos sorprenderemos. En Bodega Floren no encontramos ginebras top ni lo último en cócteles. Cerveza y vino de la casa a granel, así como el surtido básico de licores pre y post comida. Eso sí, si está espléndido el anfitrión, hasta puede dejarte abierta una botella cuando pides un par de copas de tinto. “Págame cuatro euros”, te dice al final. Quizá te hayas bebido algunas más.
Según CultiBar
Entramos y centran su atención en mi bufanda. GAP no vendría siendo la marca de referencia del local. No se trata de una mirada despectiva, ni mucho menos. Podría definirlo como mera curiosidad. Todo vuelve a la normalidad cuando nos ven encantados con el vino de la casa sobre nuestra mesa. El sentimiento del uno para todos y todos para uno acapara el local. Sin lugar a dudas, es de aquellos bares en los que la ley anti-tabaco nunca debió existir. Nos sentimos cercanos, en familia y, al fin y al cabo, eso es lo más importante. Gracias Floren por mantener los valores y no traicionar tu estilo en un siglo XXI plagado de hipocresía.
Todo es mejorable
Es una bodega de las de toda la vida y nos gusta por eso. Sigue los preceptos clásicos de este tipo de locales, con vida en el interior; dando totalmente la espalda a la plaza anexa, donde no poner cuatro mesas clama al cielo del vermuth veraniego. Ibarra dice que no le interesa, “que el rédito que podría sacar no compensa los problemas de su gestión”. Vayan y miren la plaza. Después entren y pídanle por Dios que contrate a alguien y deje que, cuando llegue el buen tiempo, las tardes santsencas fluyan mejor al aire libre y con una cerveza bien tirada.
Bodega Floren
934219118
Plaza Iberia, 2
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