Inaugurado en 2000, el café bar Louise Se Va -bocatería diferente y hogar de tardes amable- ha conseguido gracias a una cuidada puesta en escena, a una sencilla pero correcta oferta culinaria y a ese punto rock’n’roll inconfundible, consolidarse y erigirse en local de encuentro de melómanos y divertidos. ¿Te vienes?
Dirección: Plaza Eivissa, 11
Precio medio: 10€. Flautas y hamburguesas, 3,50€. Ensaladas, 4,20€. Tapas, 3€.
Imprescindible: Hojear la carta y comprobar cómo está tu cultura musical.
Horario: Todos los días de la semana de 17.00 a 02.30h.
Teléfono: 934 072 033
Web: louiseseva.com
Según Cultibar
El hilo musical tiene continuación en la carta. Supertramp, Madness, Police, PJ Harvey, Ilegales, Sisters of Mercy o Talking Heads suenan por el local en sonido ambiente, y también en boca de comensales y camareros.
“Un Red Hot Chili Peppers, dos Calamaro’s y una Status Quo para compartir”
Porque “Louise Se Va” es un bar, una bocatería, un refugio para la primera diferente, con una fuerte base musical eminentemente rockera. Sus ideólogos, dos jóvenes del barrio, aunaron competencias y crearon un local que en diez años escasos se ha convertido en referencia para los treintañeros de la ciudad. Carlos Cereijo viene de familia hostelera y Daniel Callizo es diseñador gráfico, aunque se ha movido toda la vida en el ámbito musical. Uno más uno, dos.
Querían un bar moderno donde el rock, el blues o el pop sirvieran de leit-motiv para pasarlo bien. Por ello, idearon una carta a base de flautas calientes y frías, hamburguesas, tapas y ensaladas para compartir por un precio muy competitivo, y lo amenizaron en un local amable e industrial a base de mesas, sofás corridos y sillas de madera, y mucha menos decoración de la que te anuncia la carta. Como contrapunto, decidieron mantener el mármol y las estanterías de madera originales de la tienda de ultramarinos que existía en el local. A ello, sumaron un horario largo (cierran a las 02.30h todo los días) y una carta alcohólica apta para musas y trovadores.
“No queríamos un bar musical. No queríamos un Hard Rock. Este un lugar de encuentro donde, además, nos gusta la música”, indica Callizo.
Las licencias a este no intrusismo, un neón visual con el nombre del bar, dos fotos en blanco y negro de actuaciones memorables y otras tantas cubiertas de discos donde el nombre del grupo en cuestión ha sido cambiado por el de Louise Se Va. That’s all. Hasta hace poco, la música seguía en la sala Louise Se Va, una pequeña disco que el bar tenía en la cercana plaza Bacardí, pero han tenido que cerrarla. No es tiempo para la lírica.
Pero esta bocatería abierta persistirá, este bar de tardes para todo el mundo donde es posible pedir caliente hasta el cierre no dejará sin sala a sus incondicionales. Hogar de solitarios como Jeff Buckley (músico estadounidense rodeado de panes con pollo empanado, jamón del país y roquefort) o Bryan Adams (ese canadiense con roquefort), y de bandas de amigos a las que les gusta disfrutar con Sex Museum (grupo madrileño de rock de los ‘80 a base de ensalada, bacon, nueces, queso de cabra y vinagreta de frambuesas) o con los omnipresentes Metallica (gurús del heavy con hamburguesa a la pimienta), pero, por encima de todo, hogar en mayúsculas.
No obstante, tras hojear la “programación” de un simple miércoles entre semana, ya con luces tenues, cambias y te decides por un clásico: un Queen (flauta caliente de salchichas, pimiento rojo y queso por 3,80€) acompañado de una copa de Ribera del Duero. Show must go on.
Experiencia Cultibar
Un día más termina en el barrio y las luces de neón del Louise Se Va se encienden exactamente en el mismo momento que el sol se esconde más allá del campanario de la calle Horta. Nos disponemos a tomar unas cañas y el tumulto de gente fumando en la puerta desvela que algo se mueve en el local. La gasolinera y la ferretería colindantes ya están cerradas pero el Louise está despierto. Nos dirigimos hacia la luz, no por inercia ni costumbre, y nos adentramos en el bar.
Caras conocidas, caras amables, familia de bar. El camarero, atento a nuestra llegada, nos ve desde la puerta y nos prepara la única mesa libre, todavía con la propina por recoger. La buena música embriaga el ambiente e invita a pedir la primera ronda, ahora sí, por inercia. La tertulia empieza a fluir entre las paredes del edificio construido cuando la Vila de Horta todavía no pertenecía a Barcelona y las lavanderas limpiaban la ropa de los ricos de la ciudad. Una noche más empieza en el barrio y pedimos otra. Hoy, y no como excepción, Louise se queda.
Todo es (in)mejorable
El nombre del bar siempre es tema de conversación. Callizo nos confirmó la historia. Viene de la canción “Louie, Louie” del norteamericano Richard Berry, de mediados de los ‘50. Versionada infinitas veces (desde Iggy Pop hasta The Wailers), en español llegó de la mano de Los Elegantes en los ‘80 con el nombre modificado: Luisa se va. Dándole un toque internacional, ya tenían nombre. Welcome to Horta.
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¡¡Me encanta lo de que hayan mantenido las estanterías de madera del antiguo ultramarinos!! A veces lo nuevo marida perfectamente con lo clásico